La peluquería de Cacho Tomas es la típica peluquería de barrio. Bajo la influencia de Coco Silly (no, mentira) decidí que iba a cortarme el pelo ahí.
Llegué, y para mi sorpresa, había gente. No que espere que a esta gente le vaya mal, pero en un barrio de Olavarría no hay tantas personas que quieran cortarse el pelo el mismo día. Bah, eso creía.
Me senté al otro lado de un pequeño banco en el que estaba un señor leyendo el diario. En el otro banco, mucho más alejado, había otro. Ambos tendrían unos 50 años. El peluquero también.
Miraba mi celular muy aburrido, y los minutos pasaban muy lentamente. En la TV, que no tenía control sino que tenía unos botones muy grandes, estaba puesto Crónica. Anabella Ascar, para ser precisos... No me llamó la atención.
El señor que estaba siendo atendido cuando llegué, se fue al toque. Pasó el que estaba más lejos, y se cortó muy corto. El otro también. Así, con un promedio de 10 minutos por cliente, el peluquero se lucía con sus tijeras y demás.
Antes de que sea mi turno entró una familia. Eran amigos del peluquero. La mujer habló de los corsos y hizo un comentario sobre que las veces anteriores que habían venido, el peluquero, Cacho, estaba mirando también Crónica. Dijo que le gustaba el programa de Anabella Ascar...
Bueno, pasé yo finalmente, y me rapé. Durante los 20 minutos que esperé, me miraba en el espejo gigante que estaba frente a mí y más me convencía de que tenía que raparme.
Cacho terminó. Pagué, y me fui.
Ya en la calle, me toqué el pelo y lo tenía todo engrasado. El peluquero me había tirado un spray que tenía olor a limón.
Cuando llegué a mi casa me bañé.
jueves, 10 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario