jueves, 29 de julio de 2010

No va a ser él

Liniers y Kevin Johansen son una combinación muy interesante. De aquella vez en que prometí volverlos a ver, destaco esta canción.
Johansen dijo que él tenía la música y el título de la canción, pero no tenía la letra, que luego fue escrita por Drexler, con quien canta la canción en su álbum City Zen.
En Londres, mientras Liniers dibujaba, Kevin cantaba esta canción que me gusta mucho.

sábado, 24 de julio de 2010

En los días de humedad

Por Juana Molina.

En los días de humedad, las sombras se recortan en el aire
¡Qué raro me parece ver la luz que se dibuja en la oscuridad!
Pierre cruza la calle y gira para ver.
Jeanne mira la hora y cierra su placard.
Guido trabajando piensa y dice -¿Qué hago acá?-
Y Martín en su cuarto mirando el partido de hoy.
Y a la noche sigue la humedad, mis amigos ¡Qué lejos están!
¡Qué raro parece pensar cada uno con su actividad!
Juan abre la puerta y sale a caminar.
Andy se desviste y se tira a nadar.
Ana pone un disco y ve que no le gusta más.
Y Federico pinta un animalito.

(esta foto la tomé en Mar del Plata el año pasado, en los días del festival)

martes, 20 de julio de 2010

BACK TO 2007

Esos días que mi memoria intenta sepultar.
He aquí algunas de las cosas más bellas de aquellos infames momentos:

Del genial Ray Bradbury, de su genial "El hombre ilustrado" (momento de quiebre en mi existencia), su cuento Bailando para no estar muerto

Una noche, mientras me estaba sirviendo, mi amigo camarero, Laurent, que trabajaba en la Brasserie Champs du Mars cerca de la Torre Eiffel, me habló de su vida.
-Trabajo de diez a doce horas, a veces catorce -me dijo- y después a medianoche me voy a bailar, bailar, bailar hasta las cuatro o cinco de la mañana, y me acuesto y duermo hasta las diez y luego arriba a las once a trabajar diez o doce horas y a veces quince.
-¿Cómo consigue hacerlo? -le pregunté.
-Fácilmente -dijo-. Dormir es estar muerto. Es como la muerte. Así que bailamos, bailamos para no estar muertos. No queremos que eso ocurra.
-Qué edad tiene usted -le pregunté.
-Veintitrés -me dijo.
-Ah -dije, y lo tomé gentilmente por el codo-. Ah. Veintitrés, ¿no?
-Veintitrés -dijo sonriendo-. ¿Y usted?
-Setenta y seis -dije-. Y yo tampoco quiero estar muerto. Pero no tengo veintitrés. ¿Qué puedo hacer?
-Sí -dijo Laurent, inocente y todavía sonriendo-, ¿qué hace usted a las tres de la mañana?
-Escribir -dije al cabo de un momento.
-¿Escribir? -dijo Laurent, asombrado-. ¿Escribir?
-Para no estar muerto -dije-, como usted.
-¿Yo?
-Sí -dije, sonriendo ahora-. A las tres de la mañana escribo, escribo, ¡escribo!
-Tiene mucha suerte -me dijo Laurent-. Es usted muy joven.
-Hasta ahora -dije y apuré mi cerveza y me fui a sentar adelante de mi máquina de escribir, a terminar un cuento.