martes, 7 de julio de 2009

Cuento todavía sin título

La historia que narra este cuento es muy parecida a la realidad. Es mi cuento preferido de los que he escrito. Pero no se si a todos habrá de gustarles. De todos modos, con ustedes, mi último cuento:


Las reuniones familiares con los parientes de mi madre son siempre bastante peculiares. Se caracterizan por tener un humor muy distinto al que suelo frecuentar. Todavía recuerdo esa conversación (bastante impresionable, de hecho) sobre la hermana de mi difunto abuelo que comía los ojos de las ovejas que mataban en su juventud en el campo.

Desde que me habían mandado a la mesa de los grandes las cosas habían cambiado. Yo no podía formar parte de las conversaciones que hablan los adultos, y a veces respondía alguna pregunta o algún comentario que hacían (no hay reunión en la que no escuche el “¡qué poco comés!”, cuando todos los comensales sabemos que ellos comen mucho, y por comparación, como poco).

El domingo pasado, después de varios meses, volvimos a juntarnos. La esposa de mi tío había preparado tallarines, y mi mamá había cocinado pollo en la parrilla. Estábamos mi hermana, mi madre, mi tío con su esposa y sus dos hijos, mi abuela, la hermana de mi difunto abuelo, y yo.

El almuerzo no se salió de lo común. Pero algo bastante curioso pasó cuando mi hermana, que aprendió a manejar hace poco, decidió llevar a mi tío a su casa. Volvió unos minutos más tarde (dado que mi tío vive en el barrio siguiente) y contó que cuando estaban yendo, se cruzaron con Néstor.

Néstor, primo de mi madre, es parapsicólogo, y la ocasión con la que se lo cruzaron no fue normal. Pasaron por delante de la casa de mi abuela, lo que requería un desvío bastante importante, porque si querían cruzar ese segmento del barrio, no era necesario.

- El tío dijo que era Néstor. Pero no saludó – dijo mi hermana.

- Y, obviamente. Está todo mal. – le respondí

- ¿Pero qué es lo que pasó? No sabía nada

- Es medio complicado de explicar. – le dije

Mi hermana llamó a mi abuela para contarle, y uno a uno se fueron incorporando los presentes a la conversación.

- Raquel –le dijo la esposa de mi tío a mi abuela- usted debería hablar con ellos y preguntarles. Qué me tienen que andar haciendo la pasadita. – agregó muy enojada.

- Sigo sin entender – dijo mi hermana.

- Lo que pasó básicamente es que estamos peleados pero no directamente. El hecho de que Néstor sea brujo…

- A mí me dijeron que Ester, tiene una figura de un santo negro sobre una foto de su patrona, y así ella puede hacer lo que quiere en el trabajo. – dijo la hermana de mi difunto abuelo.

- Sí… Son bastante macabros, por así decirlo. Y creo que son bastante envidiosos. – dijo mi madre.

- El Pastor dice que la envidia mata… A mí me dijo la Clarisa que Néstor puso una foto de un hombre que ella conocía en un sapo. – dijo la hermana de mi difunto abuelo.

- ¿Y qué tiene que ver? – dijo mi hermana.

- Y – dijo la hermana de mi difunto abuelo- cuando se muere el sapo, muere el hombre. –Mi hermana abrió los ojos sorprendida.

- Y ese Pastor del que hablás... ¿tiene poder de curar a los enfermos, hacer caer a las personas y todo eso? – preguntó mi hermana.

- Sí –respondió la hermana de mi difunto abuelo-, tiene un poder bastante importante el Pastor. Las personas mas envidiadas, caen al suelo desmayadas. A la hija de la Marta… una piba joven, de 25, 30 años, siempre que va la hace caer. ¿Te acordás de la piba esa? Era la que cuidaba tu mamá cuando era más joven.

- No…

- El Pastor también curó a una chica que tenía un nódulo en la panza. Un tiempo después…

- ¿Qué es un nódulo? – interrumpió mi hermana.

- Parecido a una inflamación – le dije.

- Sí – dijo la hermana de mi difunto abuelo-. Bueno, te decía, que un tiempo después le salió uno en el pecho.

- Que alguien le avise que tiene cáncer, pobre mujer – dije yo. Pero la hermana de mi difunto abuelo pareció ignorar el comentario.

Nos quedamos en silencio unos momentos. Apareció de la cocina el gatito de mi abuela, el Pichi, pero al ver tanta gente se fue rápido. Me acordé de mi perra. Nos quedamos en silencio unos segundos.

- Néstor le dice siempre a la abuela “Tu hijo es un negro sucio” – dijo uno de los hijos de mi tío, bastante ofendido.

- La abuela seguro que no le dice nada porque tiene miedo, imaginate… una persona así… - dijo mi hermana.

El hijo de mi tío asintió con la cabeza. Desde la cocina mi abuela grita que se le va a enfriar el café a mi madre, que se había ido a apagar lo que quedaba del fuego.

La conversación siguió ni bien volvió mi mamá. Noté con comentarios como “las van a pagar” y demás, que todos creemos en el karma. Está bien. Es recibir lo que uno merece (aunque a veces las cosas no son tan buenas como esperamos, y son más malas de lo que quizá merecíamos).

- Néstor –volvió a hablar uno de los hijos de mi tío- siempre que viene a acá, se queda en el baño varios minutos… Algo hace en el baño.

- Y –dijo mi hermana- puede ser. ¿Por qué entonces Tito va a visitarlos todavía, sabiendo lo mal que hablan de su hermano?- Todos se quedaron pensando en la respuesta. Tito siempre fue bastante diferente a sus dos hermanos (o sea mi tío y mi madre). En este momento estaba ausente por su trabajo de camionero, pero, conociéndolo, si hubiera estado presente se hubiera mantenido al margen de la situación.

- Yo creo –hipotetizó con convicción la hermana de mi difunto abuelo- que al Tito lo emboban con la comida que le dan cuando él va a almorzar. Sabiendo como es la Ester… Por algo Néstor es así, ¿no? Teniendo una madre así…

- Sí… - dijo la esposa de mi tío- Ester le saca el cuero a todos a sus espaldas. A su madre – nos dijo a mi hermana y a mí- le sacaban el cuero por cada pavada… Cuando se iba a casar, estaban enojados porque para el casamiento no tenían qué ponerse. ¡Mirá qué pavada!

Asentimos y la esposa de mi tío siguió hablando:

- Ella trabaja ahí gracias a mí. Yo la hice entrar…

- Que Dios los ayude – responde la hermana de mi difunto abuelo.

- Pero… Puta, uno no les hace nada… Yo la ayudé y así te pagan –dice la esposa de mi tío.

La conversación continuó. La hermana de mi difunto abuelo parece conocer a Néstor muy bien. Contó que es mujeriego y que tiene un hijo ilegítimo. “Ya lo va a necesitar”, dijo mi abuela.

- Ester es muy celosa con su hijo – siguió hablando la hermana de mi difunto abuelo-. A la nuera de ahora le dice “la ojetuda”. Pobre… tiene el culo grande pero no es mala como para decirle así. Después anda chupándole el culo. –hizo una pausa. Y continuó- El Pastor dice que hay que enfrentar a los malos…

El otro de los hijos de mi tío, que se había mantenido en silencio y ajeno a la conversación, se va a dormir.

Mi madre terminó el café, y nos quedamos mirando la televisión, mientras mi abuela llevaba el pocillo a la cocina.

Cuando volvió, suspiró y dijo “¡Cómo son de hijos de puta, che…”, mientras miraba por la ventana.

Afuera se cerró la puerta de un auto. Mi abuela salió a la vereda.

-¡Hola Ester!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo leí y me gustó. Está bueno Matih!
Me voy a dibujar (: